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“REVOLUCION CONTRA EL HOMBRE”

  • daughterofcortes
  • Mar 25
  • 4 min read

Hace unas semanas, dos niños fueron expulsados de un jardín de niños, en Viena, debido a que sus padres expresaron su desacuerdo con la exposición, en algunas aulas, de carteles con contenido sexual explícito. Gerold-Siegl director general del proveedor privado Kinder in Wien (Niños en Viena o KiWi), desestimó la queja, pues declaró que los niños de entre 1 y 6 años necesitan "educación sexual". Además, ha impedido, a ambos niños, el acceso a cualquiera de sus más de cien centros infantiles (1). Desafortunadamente, este caso no es un hecho aislado. Por el contrario, durante los últimos años, hemos visto una proliferación de casos en los cuales, en nombre de la llamada educación sexual, los centros educativos, aun los dedicados a niños muy pequeños, promueven, todo tipo de material sexual gráfico.

 

Esta obsesión por sexualizar la infancia se origina a finales del siglo XIX, cobrando fuerza a principios del siglo XX con las teorías de Freud sobre la sexualidad infantil (2). Estas fueron retomadas por la Escuela de Fráncfort, cuyos principales representantes emigraron, entre la década de los treinta y los cuarenta, a los Estados Unidos, llegando a ocupar puestos clave en importantes universidades tales como: Harvard, Berkeley, Columbia y Princeton. Ahí, continuaron sus trabajos encaminados a eliminar la cultura y la “estricta y opresora moral burguesa” (3).

 

Otro personaje que contribuyó al menoscabo de los fundamentos morales de nuestra sociedad fue Alfred Kinsey quien, con sus obras: Conducta sexual del hombre (1948) y “Conducta sexual de la mujer” (1953) presentó, como obtenidos del ciudadano promedio, los datos recopilados en entrevistas a prisioneros, minorías sexuales y prostitutas. Así, por ejemplo, Kinsey estimó que casi el 46% de los hombres presentaban reacciones sexuales con personas de ambos sexos y que el 37% había tenido al menos una experiencia homosexual. Además, estimó que, alrededor del 50% de los hombres y el 26% de las mujeres habían sido infieles a su cónyuge (4). La difusión de estos y otros muchos datos fraudulentos creó en la sociedad la percepción de que el comportamiento homosexual era común, que la infidelidad era habitual y que las relaciones prematrimoniales eran usuales con lo cual, se fueron normalizando conductas hasta entonces rechazadas, por el común de la sociedad. Más aún, a fin de analizar una supuesta sexualidad infantil, Kinsey alentó a pedófilos a abusar y a violar a cientos niños (5).

 

Asimismo, la revolución del 68 tuvo como objetivo la liberación sexual, incluida la supuesta sexualidad infantil (6). Según el "Manual de adoctrinamiento positivo del niño", publicado en Alemania en 1971, era importante permitir a los niños actuar de acuerdo con sus necesidades sexuales. Incluso en 1985, la organización estatal del Partido Verde Alemán (Die Grünen) defendió, en una convención en el estado de Renania, la despenalización de las relaciones sexuales “consentidas” entre adultos y niños. Afortunadamente, las protestas públicas obligaron al partido a eliminar dicha declaración (7). Por otro lado, en 1977, unos ochenta intelectuales franceses presentaron una petición al parlamento francés pidiendo la derogación de varios artículos de las leyes de consentimiento, en la que defendían la despenalización de toda relación consensuada entre adultos y menores de quince años (la edad de consentimiento en Francia) (8). En Gran Bretaña, también en los años setenta, un grupo (Pedophile Information Exchange) hizo campaña abierta a favor de la eliminación de la edad de consentimiento (9).

 

Como vemos, la revolución que ha corrompido varias mentes, envilecido innumerables cuerpos y destruido muchas almas, no fue un movimiento espontáneo, fruto del progreso y de un mejor y más profundo entendimiento del ser humano. Por el contrario, es resultado de varios grupos de “intelectuales” cuyas ideas perversas contaron (y siguen contando) con el apoyo de diversas instituciones y medios de comunicación (10). Y, sobre todo, dicha ideología es un producto putrefacto del padre de las mentiras quien, hace creer al hombre de cada época y lugar, que el pecado es una conquista, el vicio, una proeza y todos los deseos son legítimos.

 

Afortunadamente, la revolución sexual aún no ha conseguido su objetivo más perverso, legalizar las relaciones íntimas con menores. Más, sus ideas siguen corrompiendo a la sociedad a tal grado que, la mayoría de los niños pierde la inocencia a tempranísima edad y no pocos niños son sexualizados a través de las modas, música y programas en sus propios hogares.

 

Además, y desafortunadamente, en nombre de “la libertad y el amor”, se ha logrado destruir la moral cristiana de forma tal que, actualmente, las relaciones sexuales son vistas, por la gran mayoría, como una actividad recreacional y placentera cuya única condición es el consenso y su único límite, la edad (al menos por ahora). Por ello, la gran mayoría de los conservadores ataca las ideas progresistas más perversas (aquellas que van contra los niños) al tiempo que defiende la raíz del mal; la normalización de las relaciones íntimas fuera del matrimonio (siempre que sea entre una pareja que se “ama”) y desligada de su finalidad procreadora (a través de la anticoncepción, cuyo uso, además, es elogiado como signo de responsabilidad).

 

Como católicos debemos responder al llamado de Cristo de ser la luz del mundo, pero no podremos iluminarlo mientras no defendamos íntegra la moral cristiana. La única capaz de rescatar a nuestra sociedad de la inmundicia en la cual, el rechazo de la ley de Dios, la ha sumergido. Y recordemos que, tan grata es la pureza a Dios que, como afirmase el Santo Cura de Ars: “…el alma pura, que está oculta a los ojos del mundo, resplandecerá un día ante los Ángeles en la luz del sol de la eternidad”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Otras fuentes:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 
 

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