“LA DESTRUCCIÓN DEL MATRIMONIO”
- daughterofcortes
- Mar 25
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En las últimas décadas, la institución del matrimonio ha experimentado un menoscabo tan crítico que, cada vez más medios afirman que, dicha institución, podría estar en peligro de extinción. Ya que, de acuerdo con las estadísticas, los adultos de entre 18 y 44 años, que viven solos o con su pareja, han superado a los que viven con su cónyuge. Pues, en la medida en que, una sociedad promueve las relaciones íntimas prematrimoniales, al grado que, el tener hijos fuera del matrimonio es visto como algo aceptable, el matrimonio se vuelve, más temprano que tarde, una institución innecesaria.
De ahí que, de acuerdo con un estudio realizado por un reconocido centro de psicología (Thriving Center of Psychology (1)) el 41% de los hombres y el 52% de las mujeres creen que el matrimonio es una tradición obsoleta. Dicho estudio, en el cual participaron adultos de entre 18 a 40 años, reveló también que el 61% de los encuestados mantiene una relación romántica y, que la mayoría de estos cohabita con su pareja. Y, si bien, algunos no descartan totalmente el matrimonio, no tienen prisa alguna por pasar por el registro civil (y por el altar mucho menos) pues no les interesa casarse, ya que, casi el 81% de los encuestados afirmó que no es necesario el matrimonio para tener una relación plena y comprometida.
A esto, se suma el que el matrimonio ya no otorga estabilidad a las relaciones de pareja pues, prácticamente es posible obtener el divorcio por cualquier razón o sin razón alguna lo cual, ha repercutido en que, de acuerdo con el Instituto de Estudios de la Familia, la tasa de divorcios en los Estados Unidos sea de alrededor del 42%, la cual aumenta a 50% si se incluye la ruptura matrimonial a través de la separación permanente de los cónyuges que no se divorcian legalmente. Pues el matrimonio reducido a un contrato (que puede ser temporal) entre dos personas que unen sus imperfecciones, sus defectos y hasta sus miserias es tan frágil, incierto y arriesgado como apostar en la ruleta rusa.
Nuestra “progresista” sociedad, hace décadas que, abrió, de par en par, la puerta a la inmoralidad sexual aceptando todo tipo de perversiones siempre y cuando, estas sean consensuadas, lo que ha provocado un violento deterioro del matrimonio. Así, desde hace décadas, se ha erosionado la institución matrimonial, al atacar; su unidad con la promiscuidad, su fecundidad con la anticoncepción y el aborto y, su indisolubilidad con el divorcio que siembra la cizaña de la desconfianza en el seno mismo del matrimonio favoreciendo el adulterio. Con ello, el matrimonio ha pasado de ser la institución indispensable para el buen desarrollo de la familia (núcleo de la sociedad) a ser una institución opcional y tan trivial que, la mayoría de la sociedad no tiene problema con llamar “matrimonio” aún, a la unión que dos personas del mismo sexo.
Así, la mentalidad individualista y hedonista que impera en nuestra sociedad ha deformado la unión del hombre y la mujer en santo matrimonio al trastocar; la generosidad por el egoísmo, la abnegación por la competencia, el sacrificio por el individualismo, la cooperación mutua por la autonomía. De ahí que, actualmente, el “amor” se confunda con la emoción, el sentimiento y el placer que produce el enamoramiento. Por ello, tantas parejas, después de un tiempo, terminan su relación para ir en busca de una “nueva ilusión”.
Pues, nuestra materialista sociedad, acostumbrada a usar y desechar todo tipo de productos, ha hecho de las relaciones íntimas un pasatiempo y un intercambio superficial y pragmático rebajando, la unión de dos almas a la unión de dos cuerpos que, además, (como lo han señalado varias feministas) no siempre es placentera. Como señala Fulton Sheen: “Si el sexo no sube al cielo, desciende al infierno. No existe tal cosa como dar el cuerpo sin dar el alma”.
Hemos olvidado que, como señala Pío XI en su Encíclica, Casti Connubii (sobre el matrimonio cristiano): “El matrimonio no fue instituido ni restaurado por obra de los hombres, sino por obra divina; que no fue protegido, confirmado ni elevado con leyes humanas, sino con leyes del mismo Dios, autor de la naturaleza, y de Cristo Señor, Redentor de la misma, y que, por lo tanto, sus leyes no pueden estar sujetas al arbitrio de ningún hombre, ni siquiera al acuerdo contrario de los mismos cónyuges”.
El matrimonio fue creado por Dios a imagen de Su amor; total, fiel y permanente, por ello, la paz y la felicidad de nuestras familias solo será posible si recuperamos la sacralidad del matrimonio cristiano el cual establece un vínculo sagrado entre un hombre y una mujer que, a través de su unidad, exclusividad, permanencia y apertura a la vida y, en virtud de la gracia recibida en el sacramento, dan testimonio del amor de Dios.
Ciertamente, el matrimonio, principio y fundamento de la sociedad doméstica, es difícil, especialmente en un mundo que lo ataca de mil maneras. Sin embargo, los matrimonios donde impera el amor, ese acto de la voluntad que busca el perfeccionamiento y el bien del amado, aun a costa de la propia felicidad, son capaces de superar todas las dificultades y, además, se enriquecen y crecen con las pruebas.
Recuperemos el carácter sobrenatural del matrimonio cristiano como medio de santificación, pues como afirma San Juan Crisóstomo: “Si un hombre y una mujer se casan para ser compañeros en el viaje hacia el cielo, entonces su unión les traerá gran dicha”.
(3) Casti Connubii: Encíclica de Pío XI. Sobre el matrimonio cristiano.
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