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“EN NOMBRE DE LA CIENCIA”

  • daughterofcortes
  • Mar 25
  • 4 min read

El pasado diciembre, la Fundación BBVA, realizó una encuesta telefónica a 2.013 representantes de la población española, sobre: Creencias de base científica y creencias y prácticas alternativas. Dicho estudio, cuyas preguntas fueron formuladas de manera tendenciosa, destaca la pérdida de influencia del cristianismo, ya que solo el 48% de los encuestados cree en Dios, mientras que, el 78% de la muestra cree que el origen de los seres humanos se debe puramente a la evolución de las especies. Además, el 67% de los encuestados admite el cambio climático como un fenómeno científicamente probado. Dicho estudio concluye elogiando la confianza generalizada (dos de cada tres ciudadanos) en que la ciencia puede explicar la gran mayoría de las cosas importantes (1).

 

Sin embargo, hace ya varias décadas, C.S. Lewis, nos advertía que, la ciencia podía ser tergiversada a fin de: destruir la religión, manipular a la sociedad y limitar la libertad humana. El mismo escritor confiesa que fue arrastrado por la mentalidad positivista de su época: “Entenderán que mi ateísmo se basaba inevitablemente en lo que yo creía que eran los hallazgos de las ciencias; y esos hallazgos, al no ser un científico, tuve que aceptarlos con confianza; de hecho, con autoridad”. De ahí que sea necesario reconocer que la aceptación incondicional de todo lo que se difunde en nombre de la ciencia, no nos ha hecho más eruditos, sino más crédulos. Pues, como bien señala Chesterton: “El mundo moderno está lleno de gente que defiende dogmas con tanta fuerza, que ni siquiera saben que son dogmas”.

 

Así, muchos rechazan la veracidad de la revelación divina mientras aceptan, ciegamente, los diversos postulados de “científicos mediáticos” difundidos por poderosos medios y organizaciones. Al parecer, hemos olvidado que, los científicos no son seres infalibles ni tampoco intachables. Pues, como en todas las profesiones, hay científicos honestos que buscan la verdad y, científicos deshonestos, que buscan acomodar la realidad a su verdad o a sus intereses. Además, la objetividad, característica indispensable en toda investigación científica, puede verse afectada, aun de manera no intencional, por varios factores, incluyéndolos, poco científicos, prejuicios religiosos que algunos científicos tienen.

 

De hecho, son varios los científicos que afirman que no debemos creer todo lo que se publica o difunde en nombre de la ciencia. Richard Horton, editor de la prestigiosa revista médica inglesa, The Lancet, afirma que: “El argumento contra la ciencia es claro: gran parte de la literatura científica, tal vez la mitad, puede ser simplemente falsa debido, en gran parte, a flagrantes conflictos de interés, junto con una obsesión por seguir tendencias de moda de dudosa importancia”. Así, advierte que; varios “científicos” modelan los datos para que encajen con su teoría preferida del mundo (2). Esto fue evidente durante la pandemia durante la cual se promovieron medidas y mandatos tiránicos que, “avalados por la ciencia” fueron aceptados por la gran mayoría. Además, a los médicos y científicos con posturas contrarias no se les permitió exponer sus teorías. Por el contrario, sus postulados fueron descartados, censurados y calificados de desinformación. Actualmente, pasa lo mismo con el llamado cambio climático.

 

Bien haríamos en recordar que: la eugenesia ha sido promovida por razones "científicas" y que, actualmente, en nombre de la ciencia, poderosas e influyentes organizaciones afirman: que un embrión humano no es una persona con derechos, sino un amasijo de células; que los tratamientos quirúrgicos y hormonales puede transformar a un hombre en una mujer y viceversa, que los niños desde muy pequeños necesitan educación sexual y que el cambio climático es causado por el hombre, el peor depredador de la “madre tierra”. Asimismo, debido al rechazo de la moral objetiva algunos adelantos científicos tienen como consecuencia que: innumerables embriones humanos sean creados en laboratorio para ser manipulados, utilizados y, varios, descartados; dos hombres o dos mujeres puedan tener bebés por encargo (vientres de alquiler) y se pueda elegir el sexo del bebé.

 

La humildad, necesaria para la verdadera ciencia, ha sido sustituida por la arrogancia de una sociedad egoísta e individualista que se cree con derecho de manipular, transformar y alterar la misma naturaleza humana a fin de “mejorarla” con el perverso transhumanismo. Como bien lo señaló C.S. Lewis: “Si la Ciencia realmente tiene carta blanca, ahora puede apoderarse de la raza humana y reacondicionarla: hacer del hombre un animal realmente eficiente... El hombre tiene que hacerse cargo del hombre. Eso significa, recuérdese, que algunos hombres tienen que hacerse cargo del resto”. Y, si bien, los grandes logros de la ciencia son innegables, esta podría estar pavimentando la tiranía “sin lágrimas” que anunciase Huxley. Pues como aseguró C.S. Lewis: “El poder del hombre para hacer de sí mismo lo que le plazca significa, como hemos visto, el poder de algunos hombres para hacer de otros lo que les place”.

 

La investigación científica, despojada de la luz de la Verdad revelada y la brújula de la sana filosofía, reduce a los seres humanos a un azaroso producto de una evolución ciega, violenta e irracional. De ahí que no tenga reparos en alterar ni en destruir la naturaleza humana. Como afirma Lewis: “El verdadero problema es filosófico, no científico en absoluto; en las condiciones modernas, cualquier invitación efectiva al infierno aparecerá sin duda bajo la apariencia de planificación científica”.

 

Por ello, es indispensable volver a poner la ciencia al servicio de la verdad y del bien común, recordando nuestra total dependencia de Dios, de quien recibimos tanto la luz de la razón como la fe. Para que podamos, como San Agustín: “Creer para comprender y comprender, para creer”.

 

 

 

Otras fuentes:

 

 

 

 

 
 
 

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